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  Palabra de Dios y comentario de este domingo

  Domingo segundo después de Navidad
Ciclo C
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  Evangelio
  El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.

Pero a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido
de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado
a conocer.

  Comentarios
  DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE NAVIDAD
(2 de enero de 2022)

Contemplando el misterio de la Navidad

Este domingo es como un eco de la fiesta de Navidad, y nos da la ocasión para reflexionar más intensamente en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Cristo aparece hoy como la Sabiduría y la Palabra del Padre, enviado a plantar su tienda nómada en medio de un pueblo peregrinante, que no lo supo reconocer ni recibir. Los que sí lo hemos acogido, llegamos a ser hijos de Dios por el Bautismo, como lo anuncia el Evangelio, con aquella predestinación y adopción de que trata también san Pablo en la segunda lectura.

Este es un día apropiado para contemplar el “misterio de Cristo”, que tiene sus orígenes en la relación de amor que reina en el seno de la Trinidad santísima y que se hace presente en la acción litúrgica. En efecto, la liturgia no es sólo una acción para acercarnos a Dios ni una actividad meramente formativa, sino que es principalmente un “misterio” en el sentido de que el Dios y hombre verdadero accede a la comunidad, la convoca y conforma como Iglesia en la presencia del Padre con el amor y la fuerza del Espíritu, y la une a sí mismo como Esposa redimida y destinada a la gloria. Se trata de la dimensión “histórica” de la liturgia.

Porque algunos síntomas revelan un decaimiento del sentido del misterio en las celebraciones litúrgicas, que deberían precisamente acercarnos a él. Por tanto, es urgente que en la Iglesia se reavive el auténtico sentido de la liturgia. Ésta es instrumento de santificación, celebración de la fe de la Iglesia y medio de transmisión de la fe. Con la Sagrada Escritura y las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, es fuente viva de auténtica y sólida espiritualidad. Con ella, como subraya certeramente también la tradición de las venerables Iglesias de Oriente, los fieles entran en comunión con la Santísima Trinidad, experimentando su participación en la naturaleza divina como don de la gracia. La liturgia se convierte así en anticipación de la bienaventuranza final y participación de la gloria celestial.

Tener presente a Jesús

En un tiempo en el que el nombre y la persona del niño Jesús ha sido secuestrado de la propaganda y los mensajes de “buena voluntad” que vemos y escuchamos en estos días de Navidad, debemos aprovechar este movimiento comercial y social para decir a todos que estamos recordando un acontecimiento que cambió la historia y que está en el fundamento de nuestra cultura europea y en gran parte de las leyes y constituciones de países no cristianos. Jesús vivió pocos años y en un país pequeño, en poblaciones insignificantes de Galilea y acabó en Jerusalén de un modo trágico. Pero su gran obra la realizó en la Iglesia para todo el mundo, como Pastor y Maestro viviente por medio del Espíritu Santo. Esto es lo que debemos recordar y celebrar como un misterio de presencia en nuestro tiempo.

Jaime Sancho Andreu.

Primera lectura y Evangelio. Eclesiástico 24, 1-4.12-16 y Juan 1, 1-18: En este domingo, dedicado a profundizar en el conocimiento de la Palabra eterna de Dios hecha hombre, comenzamos escuchando la lectura del Antiguo testamento, donde ya se entrevé este misterio, que luego es revelado plenamente en el Evangelio.

Segunda lectura. Efesios 1, 3-6.15-18: San Pablo recoge en su carta a los Efesios un himno de la Iglesia primitiva, en el que se ensalza a Jesucristo, que nos mereció el que todos nosotros fuésemos destinados desde la eternidad, para ser hijos de Dios.



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