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domingo 05 de noviembre de 2017
El Santo Cáliz en las horas cruciales en España
Acabamos de celebrar el pasado jueves la fiesta del Santo Cáliz en unas horas cruciales para España. Nos evoca el amor de Dios, la sangre derramada de Cristo con la que nos ha rescatado, el perdón, el amor misericordioso de Dios. Jesucristo lo tomó en sus manos y pronunció aquellas palabras: “Esta es mi sangre derramada por todos”. Es lo que debe dar significado a estas horas cruciales, porque es la sangre de Cristo derramada para nuestra reconciliación, para la unidad, para reunir a los hijos de Dios dispersos y enfrentados incluso con odio. El Santo Cáliz nos está llamando a todos a fortalecer la fe en Dios, en un contexto que parece rebajar a Dios a un segundo plano, cuando por el contrario es la realidad fundamental en cuya aceptación se juega la realidad del hombre, su destino y su sentido. Dios con rostro humano derramando su sangre por nosotros: Jesucristo. La realidad de Dios nos concierne de manera decisiva a todos y no da lo mismo creer o no creer para la vida y futuro del hombre y de los pueblos. El mensaje del amor de Dios, de la misericordia de Dios, está en la entraña del Evangelio y de la fe. Así nos los recordó una y otra vez e incluso con una encíclica específica, “Rico en misericordia”, el papa San Juan Pablo II. Así lo vimos también en la enseñanza de Benedicto XVI, transida de la proclamación gozosa de que Dios es amor, en su primera encíclica, “Amor misericordioso”. Y así nos lo está haciendo ver una y otra vez, todos los días, el papa Francisco desde el inicio de su pontificado que nos llama a no excluir a nadie, a vivir en la unidad, a vivir en el perdón y la misericordia. Misericordia de Dios, perdón de Dios, donación de Dios, aceptación de ese don, realización y desarrollo en la vida cotidiana, testimonio de ese amor, es lo que nos está pidiendo el Santo Cáliz, que veneramos y contemplamos en medio de nosotros.

El Santo Cáliz es nuestra gran esperanza, porque en él está la sangre derramada de Cristo por todos, la que mueve a vivir la vida con total confianza, esa confianza como la de un niño en brazos de su madre. Porque la sangre nos dice lo que vale el hombre, todo hombre, y la paz entre los hombres. Hemos sido comprados no con oro o plata, no con euros o con dinero, en absoluto, el hombre vale más, vale la sangre del Cordero sin macha, que es Cristo, la sangre del Santo Cáliz.

Cómo callar y dejar de testificar que los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan de verdad en su amor y misericordia. Esto es lo que más necesita el mundo de hoy, lo que más necesita España en las horas cruciales que está viviendo. Esa misericordia, ese amor, esa sangre derramada de Cristo para la reconciliación y la unidad. Nuestra esperanza y confianza están puestas en la misericordia infinita de Dios, que nunca se acaba y se renueva cada mañana. Solo en esa sangre, en esa misericordia infinita, podemos esperar. Somos testigos de que esa misericordia de Dios, ese amor de Dios que se nos da en el Santo Cáliz, llegan ininterrumpidamente a sus fieles de generación en generación.

Toda la historia humana es muestra fehaciente de que Dios no abandona al hombre, al llevarle a una plenitud de salvación. También en estas horas cruciales para España. Y esto no tiene vuelta atrás ni límite alguno, aunque se atraviese no pocas ni pequeñas dificultades. El amor de Dios, que llena toda la tierra y acompaña al hombre en toda su historia, llega a su punto culminante en su Hijo Jesucristo, Dios y hombre verdadero, enviado por Él y venido al mundo en carne no para juzgar, y menos para condenar, sino para que el mundo se salve por Él, por la misericordia y el perdón de esa sangre con la que hemos sido rescatados.

Bien podemos decir que Jesús, la integridad de su persona y su misterio, de sus palabras y sus obras, de su vida entera, es el mismo amor de Dios sin límites, hecho carne de nuestra carne, y que de manera irrevocable y para siempre se ha unido al hombre y se ofrece a todos. El rostro manso y humilde de corazón es el mismo rostro de Dios, un rostro que desvela las entrañas ricas de misericordia y de perdón, de ternura en favor de nosotros. Ahí llega hasta el culmen en la cruz misma, el perdón. En esa cruz, de nuevo, sale de los labios de Jesús para decir “perdónales porque no saben lo que hacen”. Es lo que necesitamos en estos momentos. Muchos no saben lo que hacen, muchos no saben las consecuencias de pobreza, de miseria, de falta de libertad, que acarrearán ciertos acontecimientos en los que todos estamos pensando. Pero ¡Dios es perdón! ¡Dios está con nosotros! Dios es amor, perdón, amor y paz y así se nos muestra en este Santo Cáliz, cuyos herederos somos los valencianos... Por algo será, y algo y mucho nos compromete. Jesucristo, sobre todo en su muerte y resurrección, nos muestra ese amor misericordioso de Dios que se ha identificado con ternura con nuestra miseria para rescatarnos de ella. Se nos ha dado enteramente, en verdadero derroche de sabiduría, la plenitud de ese amor misericordioso. Se nos ha concedido conocer y probar que Dios es amor, que tiene un corazón que se compadece y libera de la miseria humana. Somos testigos de esto, de este amor de Jesucristo. Somos testigos de que Dios no abandona al hombre definitivamente, que su amor en Jesús se ha unido a favor del hombre y no lo deja ni le dejará en la estacada aunque esté sin salida. Esta es nuestra esperanza en esta hora crítica de la historia de España. Caminará siempre sobre esas aguas procelosas de la historia y acompañará a su Iglesia a esta orilla serena de paz y felicidad. Cristo es la manifestación plena del amor de Dios. En ese amor han sido vencidas las fuerzas del mal, las olas amenazadoras de la destrucción que baten con fuerza contra el edificio de la humanidad y de la Iglesia.

De Dios podemos fiarnos incondicionalmente, en cualquier callejón sin salida, ante lo que amenaza de muerte al hombre. Ahí tenemos a Dios, ahí tenemos la sangre derramada de Cristo que clama ante el rostro de Dios. Podemos confiar en Él como un niño en brazos de su madre, los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte. El Santo Cáliz es una llamada a renovar la confianza en el Señor, en su amor, en confiarnos en sus brazos, que nos permiten caminar también en dificultad. Que cada uno se sienta amado por Dios, que ha dado su vida por nosotros.

Ante este Santo Cáliz pedimos que vivamos con los mismos sentimientos de Jesús, que es lo que necesita el mundo, la Iglesia y también en estos momentos España.

+ Antonio Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia
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