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sábado 30 de septiembre de 2017
Vigilia de oración por España y su unidad
Basílica de la V. de los Desamparados,
30 de septiembre, 2017.

Nos reunimos al caer la tarde, un atardecer parecido al de aquellos caminantes de Emaús, y como ellos vamos a hablar con el Señor, escuchar su palabra, suplicarle: "Quédate con nosotros; la noche está cayendo, se nos echan encima las sombras de la noche"; nos reunimos en medio del camino de la vida, como aquellos discípulos un tanto desconcertados y perplejos por lo que nos pasa, sin claridad en el horizonte de hacia dónde ir, pero con la certeza de que no estamos solos, que alguien va con nosotros; esta tarde nos reunimos para orar, más aún, para celebrar la Eucaristía, la gran oración que la Iglesia, misterio de unidad y comunión, dirige al Padre por medio de Jesucristo. Venimos a orar y suplicar a Dios y a la santísima Virgen, Madre de los Desamparados, implorando su auxilio que tanto necesitamos ante la grave situación que se vive en Cataluña, con gran preocupación en el resto de España. Venimos a suplicar por Cataluña y España, porque España no es sin Cataluña, ni Cataluña tampoco es sin España.

En los momentos cruciales que vivimos en el mundo y particularmente en España, sentimos la gran necesidad de acudir a la oración. Esto no por evasión ni huida, ni por cruzarse de brazos, o alienación alguna; todo lo contrario, porque la oración sincera hecha desde la fe es el mayor de los realismos y del compromiso con nuestro pueblo, la más poderosa arma amiga por nuestros hermanos. La oración es confiar en Dios y a Dios, para quien nada es imposible; las situaciones duras y aparentemente sin salida pueden ser cambiadas; y la oración es el arma poderosa de los creyentes buscando la ayuda de lo alto de donde, con toda certeza, nos vendrá el auxilio; es reconocer y confesar con total confianza que de la esterilidad y la incomunicación no es posible que nos venga la fecundidad y la vida, el diálogo y el encuentro tan necesarios; y, en la oración, estamos seguros que el cordero y el león pacerán juntos si Dios interviene.

Sentimos la necesidad de ver más claro, de que se nos abran los ojos, de superar cegueras u obcecaciones, de suplicar la ayuda y el favor de Dios sobre nosotros, sobre todos y cada uno de los hombres, sobre la sociedad y sobre la Iglesia, sobre Cataluña y el resto de España, sobre nuestras familias y sobre nuestros pueblos con sus dificultades y sus inquietudes. En momentos difíciles y cruciales como los que atravesamos me surgen espontáneas las palabras del Salmo: "Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor". Los gozos y las esperanzas, las tristezas y los sufrimientos de los hombres, son también de la Iglesia y los hace suyos, son también de nosotros, los que creemos en Dios y en su Hijo Jesucristo, y nos acercamos a su Madre y nuestra madre, la Virgen María. Nada que sea verdaderamente humano le es ajeno a Jesús, el Hijo de Dios que se ha hecho hombre y ha asumido todo lo humano menos el pecado; nada verdaderamente humano nos es ajeno a la Iglesia, como no le es ajeno a Jesucristo y a su humanidad, que es la nuestra. ¿Quién se atrevería a decir que le es ajena a la Iglesia la situación delicada que atravesamos, los sufrimientos que en estos tiempos se ciernen sobre nuestra población, o que no le importan los dolores, las expectativas, o las tensiones entre los hombres o que no debe meterse en esas cuestiones de la situación actual en nuestra Patria, tan humanas y con tantísimas connotaciones profundamente humanas y tantas repercusiones y graves consecuencias humanas que afectan tan directamente a lo más serio del hombre como son las relaciones y la unidad con los otros, como es la convivencia, como es la historia común de un pueblo? Por esto rezamos, tratando de conocer, buscar y cumplir la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo, que vino a cumplir su voluntad y pidió para todos, que todos seamos uno para que el mundo crea, y nos enseñó a amar como Él nos ha amado, sin exclusiones, y a desterrar el odio, y abrazarnos en perdón, como Él mismo nos perdona.

Dios escuchó, escucha el clamor de su pueblo: esta es verdad de nuestra fe. La oración es el signo del hombre que cree. Y como personas que creen les pido a los que sepan -rezar es muy fácil- que recen, que oren ante Dios para expresarle nuestra confianza en El. La profesión de fe en El que sabemos nos quiere y que todo lo puede porque es amor infinito y misericordia sin límite que no se agota y que se renueva sin cesar, que es luz que alumbra en la oscuridad que no puede ofuscarla ningún egoísmo ni cerrazón ni endurecimiento de la mente o del corazón. Lo que pido es un acto de responsabilidad solidaridad efectiva y responsable, un acto estrictamente de fe en Dios, Padre misericordioso y todopoderoso en quien confiamos plenamente y de Quien esperamos la salvación, la luz, la sabiduría para saber y hacer lo que es grato a sus ojos que siempre será el amor no el odio, la unidad, jamás la división y el enfrentamiento, la razón y la verdad. Dice un salmo: ¡Que dulzura, convivir los hermanos unidos ¡ Que tristeza, sin embargo cuando acontece lo contrario! Dios quiere esto, unidad, que es lo que le es grato. Hay muchas personas sufriendo por lo que sucede en Cataluña, en España, con su unidad amenazada o herida y las consecuencias previsibles derivadas de su debilitamiento o destrucción para los de siempre: los pobres, los sin trabajo, los sin techo y esos sufrimientos de manera impredecible pueden agravarse. En estos momentos se abre para nosotros la gran esperanza que no es otra que al amor de Dios, que no nos deja en la estacada y ha manifestado su amor hasta el extremo. Por eso, hago mías, hacemos nuestras, una vez más, las palabras del Salmo: ¡El auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra!". El, con su infinito amor, está ahí asumiendo las angustias de los de siempre,-los pobres, los últimos, los que no tienen ningún poder, los que nadie tiene en cuenta en estas circunstancias los que no tienen culpa alguna y van a soportar más que nadie las consecuencias de una división en la que se empeñan algunos por ejemplo, los niños, victimas señeras de la división y la confrontación-. Por eso es preciso orar unos por otros, orar por Cataluña, tan querida, por España y la totalidad de sus pueblos y de sus gentes, y orar como la mayor prueba de caridad y cercanía nuestra, como lo mejor que podemos hacer por todos cuantos formamos este gran pueblo que somos todos, gestado durante siglos en unidad verdadera. La gran manifestación de caridad, de solidaridad y cercanía, de justicia para con la totalidad de nuestro pueblo, es que elevemos nuestra plegaria y clamemos desde lo hondo al Señor, Todopoderoso e infinito en su compasión, que tenga piedad y nos bendiga: y su bendición es amor y paz, justicia y comprensión, ayuda y colaboración, verdad y amor, o verdad que se realiza en el amor.

En estos momentos delicados, con mis hermanos Obispos de la Comisión Permanente de la CEE, invito a la oración por quienes en esta situación crítica que atravesamos tienen la responsabilidad del gobierno de las diferentes administraciones públicas, de la gestión del bien común y de la convivencia social, a fin de que todos seamos guiados por la sensatez, y el deseo de ser justos y fraternos, y con responsabilidad avanzar en el camino del diálogo y del entendimiento, del respeto s los derechos y a las instituciones y de la no confrontación, ayudando a que nuestra sociedad sea un espacio de fraternidad, de libertad y de paz.

Que Dios esté al lado de todos para que haya cordura, razón, sabiduría, sensatez, sentido común y de responsabilidad por el bien común, de donde podrá surgir reconciliación y sabias soluciones ahora. Que Dios muestre su bondad, su favor como nos lo ha mostrado de manera tan admirable e incomparable en el Hijo suyo enviado en carne a los hombres, a los que no desdeña llamarnos hermanos, cuyos sufrimientos ha asumido, y cuya muerte y destrucción ha vencido con su cruz y resurrección. Que ilumine su Rostro sobre España entera, sobre nuestra querida Cataluña, y que hallemos en Él toda gracia, auxilio, esperanza y consuelo. Que a todos nos conceda volver a Él, disipar la ceguera que nos impide ver la viga en nuestro ojo, que no vivamos de otra manera que confiando plenamente en su misericordia, siempre grande y fiel; que no dejemos de hacer su voluntad que es, como Jesús ora en la hora suprema de su verdad: "Que seamos uno como Él y el Padre son un Que nos conceda su Espíritu de sabiduría, Espíritu de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad. La misión de Jesús fue reunir a los hijos de Dios dispersos, llevar a cabo el perdón del pecado que divide, e implantar la reconciliación y la paz. Babel, instigada por el maligno, por el contrario, es dispersión, separación, división, enfrentamiento, incapacidad para el diálogo y entendimiento, incomunicación, violencia y pérdida de libertad. Por eso digo, desde aquí, a quienes crean, quieran y sepan, no dejemos de orar: sólo Dios salva y une, y de Él viene la unidad, brota el amor, la misericordia, la paz. Oremos por España, sus gentes, los que sufren y pagan cuando se siembra división y porque con ellos se identifica el Señor.

En estos momentos de oración conviene recordar palabras de mis hermanos Obispos para pedir que se tengan muy presentes las palabras iluminadoras de mis hermanos Obispos dirigidas a toda la comunidad en noviembre del año 2002, y reconocer que España es fruto de uno de esos complejos procesos históricos que han conducido a un proyecto común de los diversos pueblos que la configuran. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable. La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible para la convivencia. La Constitución vigente no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de Entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos. Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico. Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria (Cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instrucción Pastoral, noviembre 2002). Cuántos problemas nos evitaríamos si atendiésemos a estas sabias palabras de los Obispos. Aún estamos a tiempo, como el hijo que primero dijo que NO y después recapacitó y dijo que SI del Evangelio de hoy. Que Dios nos ayude, o, mejor, que nos dejemos ayudar por Él, que ya nos ayuda. Que como su Hijo único, Jesús, no busquemos otra cosa que hacer siempre su voluntad, lo que Él quiere. y que en eso nos dejemos ayudar por nuestra Santísima Madre, fiel esclava del Señor, que le dijo Si al señor y cumplió su palabra. Madre de misericordia, Madre de los Desamparados, Madre de Dios, ruega por nosotros. Pidamos desde lo más hondo de nosotros que se destierre todo odio y toda ruptura, en familias, entre vecinos, entre pueblos o grupos sociales, que se encuentren caminos justos de solución a problemas complejos, tal vez enquistados, que se halle cordura y bon seny, que resplandezca por encima de todo la verdad que nos hace libres y se realiza en el amor, y desaparezca toda mentira que impide el amor y la luz. Que Santa María, Nuestra Señora de Montserrat y Virgen y Madre de los Desamparados nos guíe por caminos de reconciliación y unidad a sus hijos.

+Antonio Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia
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